Merche Toraño
Ètica y periodismo
Hay profesiones que no se deberían ejercer cuando se carece de principios éticos

Como profesional, cada día me entristece y me abochorna más, a la vez, ver publicadas tantas verdades a medias, sesgos interesados, mentiras al completo y difamación. Y no me refiero a todo lo que se puede leer, porque con Internet cualquiera tiene la puerta abierta a la escritura, al plagio, al copia y pega y a la maldad expresada con el verbo. Mi lamento se dirige hacia los profesionales de la información: a los periodistas, a los que se ganan la vida informando porque es su oficio y para ello se han preparado, para una labor cuya mayor premisa es la veracidad, a esos cuyo código deontológico les advierte que son servidores en favor de la sociedad, aunque muchos de ellos no tengan capacidad para asimilarlo o asumirlo.
Los medios de comunicación, hoy más que nunca, están mercantilizados, unos son empresas de titularidad pública con capital que procede, a su vez, de los presupuestos estatales y cuya ganancia no se mide exactamente en el servicio a la comunidad o, contrariamente, otros que son empresas privadas en las que los objetivos máximos consisten en beneficios, en rentabilizar abundantemente lo invertido. Este caldo de cultivo, por lo general, ha convertido al profesional que cuenta las noticias en un autómata al mando de quien le paga y sin excesiva pasión por lo que transmite. Reconozco que en una sociedad en la que impera la ley de un capitalismo feroz puede resultar ingenuo, y fuera de época, manifestar que los criterios operativos sintetizados en el decálogo del buen periodista son elementos de actuación que todo profesional de la comunicación debería llevar grabados de forma incandescente en su cerebro sin posibilidad de poder apagarlos, y que resulta muy cómodo también, desde el exterior del oficio, proclamar que hay que ignorar esas voces que incitan a no cumplir con esa parte de la conciencia que aconseja lo éticamente correcto. El servicio a lo justo, la no manipulación de los derechos inalienables, el sentido crítico pensando en el bien de los ciudadanos, la comprobación de la verdad de lo que se afirma o ese espíritu vocacional que lleva a la libertad de expresión y a la responsabilidad, son algunos de los aspectos cualitativos que destacan los decálogos del buen periodista y que se ven continuamente vulnerados en estos tiempos que corren, las más de las veces, ni tan siquiera por conseguir una vida cómoda sino por la elemental y básica necesidad de un salario más o menos digno que permita seguir viviendo.
Y como el periodismo debiera ser ejercido con honestidad, antes de comenzar el camino que conduce hacia la práctica de una profesión como esta, y para no sumergirnos un día en el pozo personal de la frustración, o peor, de la indignidad, sería aconsejable reflexionar acerca de la capacidad de uno mismo como individuo capaz o no de aceptar imposiciones que choquen con nuestras inclinaciones de carácter ideológico natural, obligándonos a ignorarlas, dañando con ello la credibilidad de una disciplina que tiene que ser ante todo creible. Hay otras muchas alternativas profesionales cuyo ejercicio no dejaría tan evidentemente manchado, degradado y desprestigiado un oficio, debido a una práctica contraria a la ética que marca su propia naturaleza ¡Solo es cuestión de saber elegir bien nuestra profesión!
Resulta sabido que en muchos casos la historia reconoce, solo después que se han muerto, los méritos de esos pocos que por amar por encima de todo el significado de su quehacer y considerar como mayor patrimonio su buen nombre, fueron consecuentes con sus principios, ejercieron el periodismo con vocación, entendiéndolo como servicio en favor de la sociedad y por ello renunciaron a recompensas sociales y fueron castigados con el desprecio de los poderes.
¡Va por ellos!
Algunos principios éticos del periodismo, fundamentados en nuestro código deontológico
El respeto a la verdad
Investigar los hechos
Perseguir la objetividad aunque cueste
Contrastar los datos con las fuentes periodísticas necesarias
Diferenciar la información de la opinión
Enfrentar, si existen, todas las versiones sobre un hecho
Ser honesto con uno mismo y con los demás
Imagen de - edad de niebla -