Belén Matanza
Caídas en los mayores

Nunca me olvidaré cuando en la primera clase de enfermería geriátrica y la profesora nos preguntó cuál era la primera causa de muerte en los ancianos. Todos, sin excepción, empezamos a buscar la respuesta en las enfermedades cardiovasculares o en el cáncer, y todos, igualmente, quedamos sorprendidos cuando la docente nos informó lo errático de nuestras respuestas y que la principal causa eran las caídas.
Es tal la importancia de las caídas que ha dado lugar a que la North American Nursing Diagnosis Association (NANDA), lo contemple como un diagnóstico enfermero, con la etiqueta 00155 “Riesgo de caídas”, y definiéndolo como “el aumento de la susceptibilidad a las caídas que pueden causar daño físico”.
Como factores de riesgo contempla la historia de caídas, el uso de sillas de ruedas, edad superior a los 65 años, ser mujer, vivir solo, portador de prótesis en las extremidades inferiores, y el uso de dispositivos de ayuda como los bastones o los andadores. A nivel fisiológico presentan más susceptibilidad a las caídas los pacientes que presentan una enfermedad en fase aguda, los post-operados, las personas que tienen dificultades auditivas o visuales, los que presentan hipotensión ortostática, padecen insomnio, mareos anemia, fatiga, limitaciones de la movilidad, enfermedades vasculares, incontinencia urinaria, diarrea, diabéticos con glucemias no controladas, problemas en los pies, neuropatías y los que presentan alteraciones del estado mental, debidos a confusión, delirios, demencias...
Existen ciertos medicamentos que aumentan el riesgo de caídas como son los antihipertensivos, los diuréticos, los antidepresivos, ansiolíticos, narcóticos, hipnóticos o tranquilizantes, junto con el consumo de alcohol.
Actualmente se están implantando en la mayoría de los hospitales y centros de atención primaria unas recomendaciones basadas en la evidencia científica que establece las intervenciones efectivas para prevenir las caídas que incluyen la realización de ejercicio y entrenamiento físico para aumentar la fuerza y el equilibrio, identificar la polifarmacia y los medicamentos que está tomando y que aumentan el riesgo de caídas, monitorizar la aparición de efectos secundarios de los medicamentos que contribuyen a producirlas, valorar la indicación de suplementos de vitamina D, reforzar la salud ósea, valorar la viabilidad del uso de protectores de cadera para reducir el riesgo de fractura.
Pero si a pesar de todas las precauciones la caída se produce: ¿qué tendríamos que hacer? Lo primero reconocer a la persona que la ha sufrido para descartar las lesiones y, de haberse producido, evaluar su gravedad, determinar los factores que han contribuido a la misma, y derivar al paciente a los profesionales de salud precisos para realizar la rehabilitación física necesaria y reforzar el bienestar psicológico, si fuere preciso. Porque en el anciano hay mucho riesgo de desarrollar miedo provocando una restricción voluntaria de la movilidad originando mayor dependencia, ansiedad y depresión.
La intervención más importante es la prevención ya que es enorme el coste socioeconómico que implica, tanto en costes directos como las lesiones, los fármacos, hospitalizaciones, rehabilitación, material ortopédico y fármacos, como en costes indirectos, que incluyen el ingreso en residencias, pago a cuidadores...
Así que en la medida de lo posible tomemos conciencia que la mejor arma contra las caídas es evitarlas, creando entornos seguros, practicando ejercicio y controlando la medicación que toman nuestros ancianos.
Si somos capaces de darnos cuenta que estamos en presencia de un auténtico problema ya estaremos avanzando.
Imagen de -edad de niebla-