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  • Foto del escritorMerche Toraño

Cuando Lorca tembló



Foto publicada por el diario El Mundo


El momento en que comenzó la tragedia las calles presentaban un tránsito fluido al final de una jornada laboral, pero no demasiado abundante; gente caminando por las aceras, deteniéndose ante escaparates, saludando a los conocidos...


Era el 11 de mayo de 2011. Los habitantes de esta pequeña ciudad siempre habían compartido su vida con el riesgo sin querer pararse a pensarlo. La zona es potencialmente sísmica y, aunque algunos sustos sí se habían llevado, preferían no pararse a pensar en la posibilidad de una tragedia. Su día a día transcurría con la misma actividad que se podría apreciar en cualquier otro lugar más protegido hacia este tipo de fenómenos naturales. Esa tarde muchas personas estaban en sus casas a punto de comenzar a preparar la cena, otras en el trabajo, algunas a punto de terminar la jornada. De pronto todo se estremeció. Las aceras por las que los transeúntes se movían se llenaron de escombros. El pánico se apoderó de la población. Las gentes, desorientadas, corrían de un lado para otro sin saber adonde dirigirse. El horror y el desconcierto se apoderó de todos. Se veían grietas en los edificios que continuaban abriéndose como grandes bocas que parecían querer tragarse todo atisbo de solidez. "Los alicatados del suelo empezaron a saltar como si estuvieran vivos" comentaba un testigo. Una mujer rubia salió corriendo de una peluquería. Una masa pétrea que se precipitó sobre ella la hizo caer al suelo. Se sintió un poco indispuesta. No era nada, tal vez un amago de mareo, y volvió a su trabajo. Un tiempo más tarde caminaba ayudada por un familiar y unas muletas hacia un centro de rehabilitación donde la enseñarían a valerse sin una pierna.


Tras este primer temblor se producen numerosos daños materiales. En las calles, ahora llenas de escombros, seguían cayendo pedazos de edificios. Las réplicas amenazaban a los ciudadanos de Lorca con no dejarles descansar. Esa noche más de 6000 personas tuvieron que dormir a la intemperie por miedo a que un nuevo temblor volviese a sacudirles. La circulación fue cortada por carretera y redes ferroviarias. El pánico se instaló en la zona y todo el país comenzó a colaborar de diferentes formas. Las primeras ayudas empezaron a llegar desde los propios afectados que, en solidaridad los unos con los otros, se organizaron para trabajar juntos. Una vez conocidos los sucesos, bomberos, médicos, guardia civil y policía de muchos puntos de la región se trasladaron a Lorca para ayudar en lo posible. El Ministerio de Defensa envió a la Unidad Militar de Emergencia (UME) para que pudieran actuar rápidamente en caso de catástrofe. Como medida de seguridad el Hospital Rafael Menéndez decide trasladar a los pacientes a la Arrixaca (Murcia), Vírgen del Castillo (Yecla) y Rosell (Cartagena), debido a que su estructura estaba dañada y alguno de sus enfermos habían resultado heridos.


Fue a las 17:05 cuando se registró al noroeste de Lorca un movimiento sísmico con latitud 37.6 y longitud de 1.6, seguido de otro de 4.4 grados de magnitud y 6 de intensidad en la escala de Ritcher. Caían cornisas, balcones y viviendas enteras. Se derrumbaban las cúpulas de las iglesias de San Diego y de Santiago. Y la del Santuario Virgen de las Huertas se desploma ante las cámaras de televisión. Ocurrió lo mismo con parte de las almenas de la Torre del espolón del castillo. Los temblores se percibieron en otros lugares de la misma provincia de Murcia, incluso en Almería, Jaen, Málaga. Granada y Sevilla. El paisaje de la ciudad cambió de pronto y la zona amanecía con un panorama desolador al día siguiente. Cientos de personas habían pasado la noche al raso tras la prohibición de volver a sus casas, dañadas después del terrible seísmo, y hacían colas a la espera de obtener comida de las unidades de emergencia, desplazadas a la localidad murciana. Días después la gente se amontonaba ante los bancos, puestos de información de los ayuntamientos y compañías de seguros.


Un año más tarde, en un paisaje bien diferente con calles todavía llenas de escombros, la señal de colores verde, amarillo y rojo que respondía al código que identificaba la condición en que había quedado la estructura de cada uno de loa 4.100 edificios dañados, se podía ver en las fachadas pintada por los técnicos. Y era muy frecuente, entre los conocidos cuando se encontraban, la pregunta: "¿Qué color tiene tu casa?" La gente, que antes paseaba tranquila y confiada, caminaba ahora por las aceras o invadiendo la calzada, pero siempre con la vista puesta en las cornisas, señal inequívoca de la situación traumática que les había tocado vivir. La tragedia causó nueve muertos, 324 heridos y daños por valor de unos 1200 millones de euros . Fueros derribadas 1152 viviendas que estaban habitadas en el momento del terremoto. A lo que hay que sumar el drama emocional de los miles de damnificados que no sabían si podrían volver a sus casas y cuándo.


En la actualidad, la nueva cara de Lorca ofrece los monumentos restaurados, uno de los paradores de Turismo más modernos de España, una atalaya desde la que se puede divisar el nuevo paisaje de la ciudad renovada y unas gentes que, aunque en el fondo de su alma es seguro que guarden el terrible recuerdo de aquellos días, vuelven a transitar por las calles con el mismo aire despreocupado de antes de la tragedia y viviendo un presente desde el que, sin duda, aspiran ser conducidos a un futuro sin más sobresaltos como aquel del 2011.




Foto del diario EL PAÍS



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