En alguna ocasión cuando tenemos avellanas en la casa podemos observar un agujero redondito, de unos 2 milímetros de diámetro, en su cáscara. Bien, pues el responsable de pegarse tal atracón después de horadar la dura pared de este fruto, es el gorgojo.
El gorgojo es un coleóptero de nombre científico nucum de Curculia, de unos 8 milímetros de longitud de aspecto curioso y tono amarronado. Tanto su cuerpo como las seis patas están cubiertos de una especie de "piel" aterciopelada. La cabeza es bastante pequeña, con respecto al cuerpo, destacan unos ojos negros de apariencia inquietante y una especie de pico o afilado espolón curvado, tan largo como el resto de su cuerpo, en el que sobresalen dos llamativas antenas acodadas.
El proceso de desarrollo del fruto del avellano comienza en mayo y finaliza en verano. Durante esta etapa la cáscara no es tan dura, lo cual facilitará, en cierto modo, la tarea de este extraño insecto. La hembra selecciona aquellas de gran tamaño para clavarles su protuberancia. Con las garras, de las que están provistas sus patas, se apoya fuertemente al fruto y comienza el ritual de la perforación y, no sin esfuerzo considerable, atraviesa primero la cáscara y con trayectoria oblicua alcanza el centro, realizando entonces un giro con su cuerpo. De su zona trasera se extiende un tubito de aspecto frágil y largo que introduce en el recién excavado agujero depositando sus huevos. Las larvas se van desarrollando y en el otoño siguiente perforan el fruto desde adentro, con la única ayuda de sus frágiles mandíbulas buscando una salida. Se caen al suelo, donde ya convertidas en pupas –estado intermedio entre larva y gorgojo-, excavan un túnel en la tierra para protegerse de los numerosos enemigos.
Mientras tanto superan el proceso de metamorfosis, que puede durar unos dos años, hasta convertirse en adultos.
Imagen de - edad de niebla -