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  • Foto del escritorEstrella Collado

El síndrome de Procusto



Hablando con una persona el otro día de la frustrante mediocridad que abunda en nuestro entorno, tanto político como social, salió en la conversación este antiguo síndrome al que se hace referencia en la historia de los síntomas y de los trastornos mentales a finales del siglo XIX.


La psicopatología descriptiva del siglo XIX se basó en el mito griego de Procusto, también llamado Damastes, y en la actualidad parece que se ha puesto de moda. Tal parece que sea un descubrimiento actual y determinados personajes crecidos o “intelectuales de tres peras al cuarto” se les llena la boca hablando del mito griego y de este síndrome, cuya imagen como sinónimo de intolerancia se ha universalizado gracias a la literatura.


Para mi lo interesante no es definir que es el síndrome, muy estudiado por la psicología y por la psiquiatría, y del que mucha gente tiene conocimiento por poco que busque en Google. sino más bien de quienes lo padecen y de cómo actúan. Me llama la atención y resulta muy curioso que quienes lo utilizan para calificar a otros con connotaciones peyorativas e insultantes, son los auténticos enfermos, son realmente Procusto.


Según la mitología griega su significado es: “el que corta la cabeza o los pies a quien sobresale”. Cierto es que actualmente no se aplica la violencia del mito griego, pero si observo una agresividad encubierta que a menudo podemos comprobar e incluso sufrir, en determinados sectores sociales, laborales, deportivos o políticos, entre otros. En muchas ocasiones algunos y algunas que ocupan puestos más o menos relevantes en organizaciones o instituciones del tipo que sean, no son en modo alguno los más capacitados, ni los mejor preparados y sin saber cómo han llegado ahí. Comienzan a ver a su alrededor a personas más válidas que ellos y les crea un gran odio interior, esto es el germen, lo que prepara el sustrato en su ámbito cuando hay personas más brillantes que ellos, más creativas, mejores personas y más capaces de superarlos. Entonces, no dudan en aplicar todo tipo de estrategias sucias, mentiras y mezquindades para anularlos, desprestigiarlos o si pueden expulsarlos y alejarlos definitivamente de su entorno para que dejen de ser un “riesgo” o “una amenaza” capaz de destruir el mediocre, vulgar y pequeño mundo en el que viven.


Después están los que no saben ni quien es Procusto ni mucho menos el síndrome, personajes cegados por aversiones añejas y frustraciones que maceran con ideologías de ultraderecha, curiosamente los que más abundan, que actúan con violencia verbal, a la física no llegan porque son cobardes. Son intolerantes en general y en particular ante ideologías distintas, ante los “éxitos”, o la “felicidad” de los demás. No soportan ni aceptan que otros tengan razón.


Los Procusto en el ámbito laboral abundan y generan un mal ambiente a su alrededor. Y por citar algunos de sus terribles comportamientos: impiden que se avance. Suelen anteponer sus prejuicios a sus rendimientos en el trabajo. Impiden la realización de proyectos a quienes lo hacen mejor que ellos. Son capaces de sacrificar lo que haga falta antes de que sus compañeros destaquen.


¡Cuidémonos, pues, de los idus de marzo! y de aquellos quienes utilizan el término “síndrome de Procusto” para definir despreciativamente a otros, porque ellos son los peligrosos, dispuestos a clavar 23 puñaladas por la espalda si con ello se quitan de delante a quien o a quienes les hagan sombra o a cualquiera que obstaculice su camino para la consecución de sus metas en sus pequeños y oscuros mundos, para seguir siendo mediocres, haciendo daño y en algunos casos beneficiándose económicamente por ello.



Imagen de - edad de niebla -



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