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  • Foto del escritorMerche Toraño

Estamos invitados a una casa

Según el protocolo social, qué podemos llevar o no cuando nos invitan a una comida o cena



Estamos publicando con tal frecuencia en este blog que a veces, especialmente cuando estoy saturada de ocupaciones, ya no sé sobre qué escribir, aunque siempre tengo en mi cabeza el recurso de mi formación en protocolo, que es del que voy a "tirar" hoy con el propósito de ayuda para quienes lo quieran entender así


Y es que aunque, socialmente en muchos ambientes, las buenas costumbres se han relajado, a veces hasta el punto de mostrar una lamentable educación, todavía hay muchas personas para las que una interrelación social correcta significa un valor personal que procura practicar y que las hace ser apreciadas en situaciones en las que su comportamiento es observado y valorado por los demás.


Pero ¿para qué sirve la buena educación? Para algo indispensable y muy difícil al mismo tiempo. Para que la convivencia o el trato con los que nos rodean sea cordial, equilibrado y tolerante. Para ello se requiere buena voluntad primero, y después conocer unas normas que existen, que tienen valor de código social y que si no las hemos aprendido de pequeños, deberíamos molestarnos por conocerlas en cualquier otro momento de nuestra vida por aquello de que “no se sabe si algún día las vamos a necesitar”.


Aunque las buenas maneras para convivir en sociedad deberían aprenderse en la familia, en los colegios, hace años, había una asignatura que dejó de existir, se llamaba Urbanidad, y aunque en ella se podían percibir lecciones de adoctrinamiento, siempre reprobables desde mi punto de vista, también había, que es lo salvable, una parte en la que el mensaje iba dirigido a la enseñanza de algunas reglas, eso sí, las más elementales, para comportarse socialmente, de forma que lo que primase fuera la educación, por tanto, el respeto a las personas con las que se interactuaba.


En las interrelaciones personales se dan circunstancias de todo tipo en las que nos interesa quedar bien ante los ojos de los demás. Y una de ellas son las invitaciones a eventos más o menos sencillos o protocolarios en los que el juicio que otros hagan a posteriori de nosotros, va a radicar en nuestro conocimiento y práctica de unas normas de cortesía que existen y que están basadas en la consideración y el respeto que debemos a quienes tienen la deferencia de aceptarnos en su grupo social.


Os podría contar muchas cosas sobre estas normas, incluso anécdotas de escenas que he podido observar en mi día a día o en retransmisiones de televisión en las que personas invitadas a algún evento importante las transgredían, seguramente por desconocerlas. Pero me apetece más hablar hoy de lo cotidiano, de lo de la gente de a pie, de lo que cualquiera de nosotros podemos vivir en algún momento. Y aunque habrá más ocasiones en este blog para tratar temas de ese tipo, voy a empezar por una de los actos más habituales y aceptados en nuestro día día, la invitación a una comida o cena que, como otros encuentros, supone una responsabilidad actitudinal ante los demás invitados y ante las propias personas que nos convidan


Hay bastantes matices centrados en estas y otras reuniones pero por motivo de espacio no os las puedo explicar todas hoy, por lo que me centraré exclusivamente en lo que según las reglas de cortesía es aconsejable llevar, o no, a una casa cuando somos invitados.


Llega el buen tiempo y con él los convites a cenas o comidas en domicilios de amigos u otras de un mayor cumplido, como puede ser por relaciones de trabajo, negocios, celebraciones, etc. Y nos gusta llevar algo para corresponder a esa invitación. Ni que decir tiene que el primer requisito cuando somos invitados es un alto nivel de educación y esto implica una rigurosa puntualidad, además de valorar la atención de quien convida y saber adaptarse a sus costumbres (Puntualidad significa llegar a la hora fijada ni mucho antes, ni después, pero de esto podremos hablar en otra ocasión).


Cuando nos invitan por primera vez a comer o cenar a una casa (no es necesario en las siguientes ocasiones) dicen las normas de cortesía que debemos llevar un presente y que lo más adecuado es un ramo de flores o una planta, en un tiesto de cerámica o un cestito, de interior o exterior si en el domicilio de quien nos invita hay terraza, jardín o sabemos que a la dueña le encantan, aunque según están los tiempos igual preferiría un jamón. Y ya dejando aparte la broma, podemos llevarlas nosotros mismos, enviar el obsequio el día de la invitación, antes de la comida o cena, en cuyo caso el regalo debe ir acompañado de una tarjeta con nuestro nombre o, si la situación es de un mayor protocolo, enviarlas al día siguiente con una nota de agradecimiento dirigida a la anfitriona o anfitriones. A manera de inciso diré que la tarjeta más adecuada para enviar o agradecer un regalo es la social, esa que lleva solo el nombre sin dirección ni teléfono, pero lo más normal para las personas que no tienen muchos compromisos es disponer solo de un tipo de tarjeta, la conocida como "de visita" en la que figuran nuestros datos, por lo que es aceptable que se utilice esa. Ah, y si escribimos una frase, no debe hacerse en la parte trasera sino en la cara delantera donde va nuestro nombre. Tendrá que ser algo muy breve para que quepa. Pero continuando con el tema que nos ocupa. Si los invitados son un matrimonio, normalmente es el marido quien da las flores a la anfitriona si es ella misma quien nos recibe a la llegada. Si otra persona nos abre la puerta se le entregan a ella con la indicación de que las coloque en algún lugar e informe a la señora de la casa. Los invitados no deben entrar en el salón con el presente para evitar una posible situación de incomodidad en otros invitados que tal vez no hubieran llevado nada. A una anfitriona con la que tengamos confianza también se le pueden regalar bombones si sabemos que son su pasión o, si conocemos bien a nuestros invitantes, un detalle que intuyamos les vaya a hacer mucha ilusión. No son oportunos los perfumes, colonias o cremas cosméticas si desconocemos la marca preferida de la anfitriona. Y algo que desaconsejan muy mucho las reglas de cortesía, y que sin embargo es frecuente que se lleve, son tartas, pasteles u otros dulces, a no ser que la comida a la que acudamos sea muy informal o que quien nos invita represente mucha confianza para nosotros y la hayamos avisado de que aportamos el postre. ¿Sabéis por qué no se debe contribuir con un postre? Porque al estar las normas de cortesía pensadas desde el punto de vista empático y de consideración hacia los demás, suponen que cuando alguien nos invita, el menú ya está programado y en él entra ese último plato que el ama de casa ha proyectado de acuerdo a sus gustos o al resto de las viandas que vaya a ofrecer. Si nosotros lo llevamos sin habérselo propuesto antes a ella, al encontrarse con más de uno, y como también es educada, se verá obligada a servir el nuestro y guardar el que ella tenía preparado. Lo mismo ocurre con los vinos. Es muy socorrido coger una botella de vino que tenemos en casa y llevarla, pero tampoco está muy bien visto desde el punto de vista de estas reglas de comportamiento social porque también se considera que cuando se proyecta un menú, se piensa en los vinos adecuados para acompañar a los alimentos que se hayan preparado, por lo que, un vino que llega de manos de un invitado, habría que servirlo en esa ocasión, para ser correcto, y podría desbaratar el equilibrio del menú ¿A que ahora entendemos un poco mejor los porqués de estos requisitos protocolarios?


Podría ser una excepción llevar vinos o licores, por ejemplo, si acudimos a la casa de amigos íntimos que nos invitan a una comida o cena improvisada o si viajamos a un país extranjero invitados. En este caso no se considera mal llevar unas botellas de jerez u otro producto que no haya allí. Lo que no está bien visto es llevar ese tipo de bebidas a una invitación que no sea de conocidos de mucha confianza ya que es probable que no sepamos si existe alguna causa que les impida consumirlas.


¿Y qué ocurre si quien nos invita a su casa es un hombre que vive solo? Pues nada, cosa que era impensable hace algunos años, también a un hombre se le pueden regalar flores o plantas.


Algo importante es que si deseamos que alguien nos acompañe a una fiesta a la que nos han invitado no debemos hacerlo sin antes pedir permiso a los anfitriones. Puede ser que tengan razones para haber previsto el número de invitados, además se debe preguntar si es una celebración especial o íntima o familiar, por lo que en ese caso sería inadecuado llevar a un extraño.


Como veréis, estas reglas están basadas siempre en motivos de consideración hacia los demás.


Que lo paséis bien en vuestras próximas invitaciones y que quedéis divinamente


Imagen de - edad de niebla -


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