Estrella Collado
Las calabazas, hortalizas con mucha magia

Las calabazas están íntimamente ligadas a la cultura tradicional de toda Europa. Y es que son una de las hortalizas más prolíficas cuya producción tiene lugar en las primeras semanas del otoño.
Pertenecen al grupo de los frutos de las cucurbitáceas, comenzaron a cultivarse en el viejo continente, lleno de hambrunas, para sustituir a los nabos, -al ser introducidas por los españoles en el siglo XV- y por la creencia de que las calabazas, además de sus numerosas variedades y grandes tamaños que daban lugar a matar el hambre, en su cáscara dura poseían propiedades mágicas, capaces de alejar al diablo y guiar a las ánimas en pena que deambulaban por los caminos hacia el descanso eterno y la paz.
Como dicen en las zonas rurales, al igual que del cerdo, de estos frutos se aprovechaba todo, su dura cáscara a través de un proceso de secado, para la confección de recipientes, juguetes de los niños y niñas, y máscaras protectoras contra el mal, su pulpa o carne anaranjada para cocinar tanto salado como dulce. Y para realizar conservas con las que abastecer las despensas y sobrellevar los duros inviernos. También las numerosas semillas que poseen en el interior se secaban para ser consumidas como “pipas de calabaza”, que además de constituir una agradable “chuchería” de la época para los más pequeños, contaban con grandes aportes de vitaminas del grupo B, así como otros minerales y con su consumo se aseguraba la eliminación de las temidas lombrices intestinales. No es de extrañar que en los cuentos clásicos como el de Cenicienta, se resalten sus fascinantes cualidades, y el hada madrina la convierta en lujosa carroza.
La ya famosa y mundial celebración de Halloween, donde la calabaza es protagonista indiscutible, tiene sus raíces en Europa, concretamente en Irlanda de su primitiva celebración “Samhain”, desde donde llegó con los emigrantes irlandeses en el siglo XIX a los Estados Unidos. Pero en España también desde su llegada del continente americano, comenzaron a vincularse a la Noche de Difuntos el 31 de Octubre. La razón es variopinta depende en cada comunidad. Todas al igual que en el resto de Europa tienen en común esa creencia de que su dura piel es mágica y tiene la capacidad de conducir a los muertos que nos visitan por estas fechas, y/o proteger a la comunidad de los espíritus no deseados. Según las creencias esa noche la frontera entre vivos y muertos se diluye, y por si acaso, se dejaban ofrendas para los espíritus buenos que visitaban a sus parientes en las aldeas campesinas, mientras con máscaras y fuego se ahuyentaban los espíritus malignos que también llegaban de visita.
Asturias y otras zonas del noroeste peninsular tienen muchas similitudes en sus creencias, mitos, y celebraciones tradicionales, con la cultura celta, siendo una de ellas el Samaín o víspera del Día de Difuntos, -Noche de Difuntos- citado anteriormente. En octubre se recogen en Asturias, calabazas, manzanas y las castañas frutos también de carácter muy ritual. Con las castañas se realizaban “amagüestos”, siempre con sentido festivo se reunían vecinos de un lugar y al aire libre asaban las castañas acompañadas con sidra dulce de las manzanas que ya se comenzaban a mayar en los “llagares”. Como dato curioso era de obligado cumplimiento en la víspera de difuntos, apartar un puñado de castañas asadas para que en la noche vinieran a comerlas. Y para ahuyentar a los espíritus malignos se vaciaban las calabazas más grandes se les cortaban extraños ojos y boca “terrorífica” y dentro se encendía un cirio, y se colocaban delante de las casas y en los cruces de caminos.
Tan arraigada está la calabaza en nuestro país que llegó a ser todo un personaje televisivo: “Doña Ruperta” mascota de un famosísimo programa concurso ideado por el genial Narciso Ibáñez Serrador, que fue líder de audiencia en los años 70, 80 e incluso a principios de los 90, con el título de “Un, dos, tres…responda otra vez”.
Imagen de - edad de niebla -