Estrella Collado
Las caprichosas formaciones rocosas

Como dice el poema de Benedetti "...la indiferencia de la roca quiere comunicarnos una alarma infinita". Y es que a diferencia de los minerales, estas son el resultado de los fenómenos meteorológicos y geológicos responsables de sus formas y/o tamaños. Y no son tan duras ni estables sino que tienden a transformarse a través de un proceso natural: la energía geotérmica forma rocas ígneas y metamórficas, y la energía solar las destruye superficialmente y las convierte en sedimento. Pero curiosamente sus ciclos se invierten pudiendo la roca sedimentaria convertirse en metamórfica y viceversa.
Las rocas constituidas por el enfriamiento del magma son las que denominan ígneas como la piedra pómez, la obsidiana o el granito. Su formación es inestable y su reacción con el agua, el oxigeno u otros elementos produce una serie de interacciones químicas que rompen las redes cristalinas originando su dispersión. De este modo los materiales sueltos son arrastrados por el agua y por el viento, cuya acción favorece su acumulación en depresiones geográficas donde serán tapados por nuevas aportaciones. Ese cúmulo de granos rocosos provoca un aumento de la presión y de la temperatura, cuyo resultado es la compactación y la recristalización que transforma a ese material en rocas sedimentarias. El ejemplo lo tenemos en la caliza originada por la acumulación de esqueletos de pequeños organismos marinos. O los llamados esquitos integrados por capas de lodo y de arcilla. Pero como decía, el ciclo rocoso continúa y los estratos sedimentarios pueden alcanzar temperaturas y presiones muy altas que darán lugar a importantes cambios químicos y estructurales y como consecuencia ese material sedimentario se convierte entonces en roca metamórfica. De este modo tenemos formas caprichosas e impactantes modeladas por la naturaleza desde hace millones de años.
Son muchas las formaciones espectaculares de la sedimentación rocosa en la tierra, entre ellas: Los Órganos de la Gomera, las caprichosas figuras que crean las rocas en los paredones que ha ido esculpiendo el río, los cañones del Ebro, en tierras burgalesas como la localidad de Orbaneja del Castillo colgada de una ladera, que cito por su espectacularidad al estar al pie de una singular y bella cascada que se desliza entre sus casas desde un arroyo que nace en la Cueva del Agua, de frente se puede contemplar una escultura realizada por las aguas del Ebro a través de los siglos que han denominado los lugareños “El beso de los camellos”. Parque Nacional del Desierto Blanco en Egipto, El Ojo del Sahara en Mauritania o el Valle de la Luna en Argentina, Calzada de los Gigantes en Irlanda, por citar algunas de las muchas maravillas que existen en el mundo. Pero sin duda una de mis preferidas es la región de Capadocia en Turquía, ubicada en el corazón de Anatolia, crisol de culturas y la tierra de los hititas, donde estas manifestaciones rocosas son sorprendentes como el famoso Bosque de las chimeneas de las Hadas, la propia erosión ha realizado una especie de casas con tejados y chimeneas, -fenómenos parecidos también se dan en otros lugares en España, sin ir más lejos, en el Valle del Ebro-, las ciudades trogloditas, habitáculos subterráneos que ha facilitado la erosión del terreno y la mano del hombre, o el llamado Valle Blanco en Uchisar que fascina por una inmensa extensión de olas de roca calcárea que tal parece un mar de piedra blanca, en esta zona también hay viviendas trogloditas y el famoso castillo, formación natural aprovechada como parapeto defensivo por sus habitantes en la antigüedad.

Otras de mis favoritas son las rocas jurásicas presentes en la costa de Asturias, el azabache es una de ellas, la fosilización de los restos de las plantas que han convivido con los dinosaurios, resulta fascinante. Y las de las icnitas de los dinosaurios. Aunque las hay en otros lugares de la península ibérica, las del Principado de Asturias por la amplia variedad morfológica y por el gran número de huellas conservadas hacen de estos yacimientos los más importantes de España. Hace más de 150 millones de años, en el período conocido como Jurásico, los dinosaurios poblaban la Tierra. Para la aparición de los homínidos aún tendría que pasar la friolera de 63 millones de años.
Lo más impactante son, sin duda, las primeras huellas de los dinosaurios que habitaban estos territorios del norte de la península Ibérica y que quedaron “impresas” en los acantilados. En estas rutas los más occidentales son los de Castrillón y los más orientales en las costas de Ribadesella, Colunga y Villaviciosa. En la zona central podemos encontrarlas en áreas de Gijón, del Cabo Peñas y Cabo Torres. En estos tramos costeros los afloramientos de las huellas son realmente espectaculares y en un buen estado de conservación.
Cuando estos grandes saurios se movían por las arenas o el fango dejaban impresas las huellas de sus grandes pisadas (icnitas), que fueron realizadas por una sedimentación originada por unas favorables condiciones para su conservación y por ello en las constituciones del Jurásico Superior en tramos costeros del oriente astur tenemos el testimonio de la existencia de las especies que habitaban en esta región, dinosaurios bípedos y cuadrúpedos en su mayoría saurópodos. Por las dimensiones de las huellas conservadas en los acantilados de Tereñes y Vega (concejo de Ribadesella), sabemos que había dinosaurios de todos los tamaños. Entre los más grandes de España y del mundo eran los que habitaban las costas de Colunga, como así lo prueban las icnitas de la playa de la Griega.
Es fascinante cuánta información contienen las rocas, testigos aparentemente "indiferentes" de la historia, que tienen mucho que comunicarnos y que advertirnos a los seres humanos.

Fotos de - edad de niebla -