Edad de Niebla
Misericordia en tiempos de pandemia
Historia contada por su protagonista
Hoy nos deja su reflexión y su pensamiento en un momento de su vida triste, Isabel González de Velandia, “sufridora experta”, como ella se define.
Desde su estado de ánimo en medio de una pandemia que ha pegado fuerte en la comunidad autónoma de Madrid, es muy comprensible el sentimiento de tristeza pero realmente ser mayor no tiene nada de malo, es la aceptación de uno mismo, con cambios en nuestro aspecto, pero con experiencia vital, sabiduría y sobre todo con un tiempo que nos ofrece muchas oportunidades para ser felices y disfrutar de la vida
Isabel vive en Majadahonda ,Madrid, con su esposo y dos gatitos entrañables. Colabora con varias Asociaciones de enfermos autoinmunes, y ONG.

Grabado de Isabel González de Velandia
Misericordia en tiempos de pandemia. Yo, que soy “sufridora experta”, estoy padeciendo algo que no pensé que sucediera... Yo, que vivo prácticamente “confinada” por mis problemas de salud y alejada de las personas porque me sienta mejor no tener vida social que tratar con el mundo...Yo, que creo que ya lo he sufrido todo...,que nada me puede hacer daño, pues ha llegado esta pandemia y resulta que tengo ansiedad y angustia. Me hago preguntas y poco a poco me voy respondiendo, creo.
No es lo mismo estar “confinada” por decreto que no salir porque no quiero. No es lo mismo saber que moriré antes o después de algo que ya tengo, con lo que convivo hace tiempo, y que de alguna manera me controlan los médicos... Mal, pero es algo “conocido”. No es lo mismo saber que todos tenemos que morir que saber que la gente se muere en las residencias y que nadie les ayuda. No es lo mismo luchar contra algo que ves, en una RM, en cualquier prueba, en donde vas conformando, digamos tu “marcha”, que no estar preparado ante un enemigo invisible que frustra cualquier intento de cura, alivio y despedida.
Saber que los mayores, mis iguales, han muerto solos, con una vía en la que han introducido morfina, y donde nadie les ha preguntado: ¿Estáis dispuestos a morir...? ¡Dios…, que tristeza! Los miles de mayores que han muerto solos, mudos, ahogados, abandonados… ¿De verdad que a nadie se le parte el alma de ver semejante aberración? Entramos el lunes en la Fase 2 y ya escuchas a la gente reírse, pelear por tener una mesa para hacer el picoteo con los amigos, hacer cola para comprar unas putas bragas o un vestido de verano…Y se supone que somos los más civilizados, el Primer Mundo, el que llora y protesta por algo tan tremendo y horrible como es que la policía americana mate a un pobre hombre negro en directo, con la única justificación de pedirle un ticket de compra, pero que olvida que en su propio país han dejado morir a casi veinte mil ancianos. Ni siquiera quiero entrar en la parte política de este desastre. Esa, lo aguanta todo porque de un gran crimen se pueden hacer consideraciones que te convenzan de que eso ha sido lo mejor para la macroeconomía y que esas muertes eran necesarias. De que la “V” subirá más deprisa y tendremos menos desempleo y menos deuda… No tengo formación política ni económica que me permita opinar con criterio. Sería una presa fácil en una discusión con cualquiera de los que nos dirigen y toman decisiones…Pero sé algo que me enseñaron desde pequeña y es a tratar de amar y respetar a mis semejantes: se llama misericordia.
La vida es complicada y no todo el mundo es bueno. A veces cuesta mucho trabajo encontrar la parte buena de la gente. Es más, a veces no la encuentro y entonces me siento muy sola, triste, y ahora con todo esto que está pasando, desamparada. Miro como duermen mis gatitos encima de la cama y sé que siempre les cuidaré y que no dejare que sufran el día que estén muy enfermos y doloridos. Son buenos, cariñosos y están muy mimados. Ellos me han dado más que la mayoría de las personas que han pasado por mi vida y yo les correspondo con millones de besos y caricias. Mi relación con ellos es natural, no necesito comportarme de ninguna forma que no sea la que tengo en ese instante, ya sea de amor o enfado. Me quieren como soy y eso no me ha pasado casi nunca a lo largo de mi vida. A uno de ellos, Malvís, le susurro al oído muchas veces: “Compañerito fiel”. No sé por que he acabado hablando de mis gatos… La soledad, supongo… Al final todos estamos solos ante el último gran acontecimiento de nuestras vidas, pero estos pobres mayores que han dejado morir no han tenido ni un gato que les diera un poco de calorcito en la cama. Tengo una enorme tristeza porque no pensaba que después de tener una vida tan desastrosa me tocaría vivir algo así.
Diría que confío en la justicia, pero no es verdad. Si algo he aprendido es que la justicia no existe, o si llega es tan tarde que ya no sirve de nada. Nunca iré a una residencia. Prefiero mi casa, mis cosas, mis fotos de los que quiero y quise, aunque no todos me correspondieran. Si ellos fueran un poquito sutiles se darían cuenta de lo que les quiero por la situación de las fotografías, incluso por el tamaño. Las que mejor veo desde la cama, las que están detrás, las de las paredes más alejadas…todas están ahí, a mi lado. No me he sentido querida y lo necesitaba muchísimo. Lo que no me dieron ya no lo tendré nunca. La soledad siempre ha estado conmigo porque no he tenido manera de resolver todos los afectos que no me dieron mis padres. Es algo que se arrastra siempre: ¿Si ellos no te quieren (o no te has sentido querida) quien te va querer? No hay respuesta.