Merche Toraño
Museo del Ferrocarril
Interesante para pasar un buen rato si vas a Madrid

Foto: Página web Museo del Ferrocarril. Madrid
Estábamos en otro momento muy cercano en el tiempo. No llevábamos mascarilla y podíamos salir con toda libertad. No nos daba miedo una pandemia, ni siquiera pensábamos que algo tan terrible estaba próximo a irrumpir en nuestra sociedad con tal virulencia que condicionaría nuestras vidas, la de todos los ciudadanos del mundo.
Por motivos de trabajo llevaba unos días de estancia en la capital. No sé por qué notaba más que nunca el estrés de la gran urbe. Madrid, como cualquier población del territorio nacional, no es el mejor lugar para disfrutar de los días laborables. Distancias considerables para llegar al trabajo, polución, atascos, nervios, apretujones y en ocasiones malos olores si utilizamos transporte público para el desplazamiento y, sobre todo, prisa por llegar, siempre actuando contra reloj. Era una día festivo para mí aquel en el que quise salir de la rutina cotidiana, y nada mejor para ello que acudir a algún museo. Los museos son lugares tranquilos en los que huele a épocas pasadas en las que la velocidad por vivir no era sinónimo ni de éxito ni de bienestar. Era justo lo que necesitaba en esos momentos. Me apetecía andar, y tras una considerable caminata me dirigí hacia un magnífico ejemplo de la arquitectura del hierro perteneciente a siglo XIX y ubicado en el Paseo de las Delicias, 61. Es la antigua estación de Delicias, en pleno corazón de la ciudad ,que aloja hoy el Museo Nacional del Ferrocarril en el que se exhibe una de las colecciones de material histórico ferroviario más completas de Europa. En el recorrido por las diferentes salas, no tardé en comprender que uno de los fines de esta magnífica exposición es el de difundir el patrimonio histórico y cultural ferroviario. Esto se traduce en una interesante colección formada por más de 4.800 piezas que, con su presencia en las diferentes estancias, vitrinas y andenes, cuentan la historia del ferrocarril en España.
Pasando junto a la 020-0237, con número 601, expuesta en la entrada, y deteniéndome especialmente ante la de diseño francés bautizada como “El Cinca”, que data de 1863, fijándome en una de las piezas más antiguas de la colección del museo, la llamada Puncheta que se construyó en España en 1956 y que fue una de las más grandes de Europa o en la que oficialmente fue la última en dar sus servicios y que apagó el, por entonces, príncipe Juan Carlos en 1975, finalizo el recorrido por el espacio dedicado a las locomotoras de vapor. A pesar de la restauración y limpieza de estas máquinas todavía se puede intuir el humo que invadía las estaciones y los túneles Avanzo en la visita hacia otras estancias en las que se muestra maquinaria más moderna y que me acercan a mi contemporaneidad: eléctricas, algunos motores Diesel y un Talgo II de la primera serie que dio servicio a España. Encuentro espectacular un vagón datado en 1928 en el que se ha instalado la cafetería del museo y que había sido un coche restaurante, perteneciente a la Compañía Internacional que explotaba el legendario Orient Exprés e introdujo los vagones cama para hacer viajes nocturnos, y llego al cuarto dedicada a objetos pequeños como campanas y relojes de estación, teléfonos, linternas, uniformes e insignias pertenecientes a los distintos rangos del personal de las empresas ferroviarias, objetos que me hicieron pensar que detrás, o al lado, de todos esos materiales y objetos inanimados había existido vida, seres humanos. Sentí necesidad de viajar en el tiempo y ver de cerca vestigios, algún rastro más personal de aquellas gentes que habían vivido épocas tan convulsas desde el punto de vista político pero tan importantes, como el siglo XIX, para el desarrollo de la industria, gracias a la llegada del ferrocarril, Y para acabar el día de esa forma me dirigí a otro museo, el del Romanticismo. Pero esa visita os la relataré en la próxima ocasión.. Hoy os recomiendo el Museo del Ferrocarril de Madrid como destino para pasar un interesante día de asueto.
