Merche Toraño
Un pueblo formado advertirá que no hay que creer todo lo que se escucha

La sombra de la duda y el odio por el pensamiento antagónico acostumbran a ser los métodos utilizados de quienes aspiran a cosas bien diferentes de lo que predican: el bien público. El despertar de rencores dormidos planea siempre por encima de quienes, ansiosos de poder, se aprovechan de situaciones límite en las que la vulnerabilidad de la gente se percibe a flor de piel; pueblos inmersos en el desánimo y fin de ilusiones son el caldo de cultivo para provocar enfrentamientos entre ciudadanos de buena voluntad que solo ansían una vida digna para ellos y sus familias.
Los mezquinos métodos del miedo, la calumnia, la injuria o la recurrencia al equívoco, que todavía en pleno siglo XXI se siguen utilizando, son demoledores para la voluntad de las gentes. La fragilidad y desprotección de los ciudadanos ante un ejercicio de manipulación medianamente bien orquestado, provoca daños irreparables en entornos en los que se desconocen los pasajes trascendentales de la historia más reciente. Un pueblo formado histórica y políticamente puede ser más difícil de engañar, al tener capacidad crítica para enfrentarse a mensajes que conlleven, con mayor o menor fuerza, falacias propagandísticas. La cultura, en general, bien asimilada, y dentro de ella el conocimiento de la historia como base, son un potente escudo protector contra los devastadores efectos de los discursos dirigidos a nuestra capacidad cognitiva. Pero también el sentido común de cada uno, si está asociado a un pensamiento crítico innato y al análisis exhaustivo de los hechos que se viven en el momento, podrán evitar que seamos pastoreados como un rebaño sin criterio propio.
Un pueblo formado advertirá enseguida que no hay que creer todo lo que se escucha, que los medios de comunicación son poderosos y no siempre cuentan la verdad y que cada día se pone más de manifiesto que la capacidad interpretativa, en eso del arte escénico, es condición sine qua non para quienes aspiran a un puesto de dominio en la política o en la sociedad.
Nunca sucumbamos a la falacia, no caigamos en la trampa.
Imagen de - edad de niebla -