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  • Foto del escritorEdad de Niebla

Pasando la vida: historias melancólicas.



Pasó la vida viendo la muerte cara a cara. Pero cuando la muerte llegó para él, le cogió completamente desprevenido. De tanto tenerla delante había acabado por no tenerla en cuenta, como algo que deja de verse a fuerza de verlo todos los días. Quizás deba añadir que nuestro hombre era sepulturero.


Pasó la vida imaginando viajes con aventuras excitantes. Pero cuando tuvo dinero y pudo al fin viajar sufrió una gran decepción: los viajes soñados eran mucho mejores que los viajes vividos.


Pasó la vida con ideas muy claras sobre casi todo: su vida, la vida de los demás, la política, la economía, la cultura, la errática marcha de la humanidad. Pero llegó un momento en que empezó a dudar. Alguien le dijo: si dudas, has llegado a la madurez. Y si dudas de todo y por lo tanto nada te asombra y casi todo lo comprendes, ¡bienvenido al club de los viejos desengañados!


Pasó la vida anhelando encontrar a la mujer ideal, incluso después de casarse y fundar una familia. Y solamente al enviudar y sentirse de pronto vacío y desamparado comprendió que la mujer ideal había sido su propia esposa. Porque los amores ideales no están en las pasiones turbulentas sino en las alegrías y las penas compartidas.

Pasó la vida envidiando a su jefe: intensa vida social, viajes por todo el mundo, casa con piscina. Se jubiló al tiempo que el jefe y este le confesó que había pasado la vida envidiándole: tranquilidad, pequeños viajes por placer, casa sin piscina, que no daba más que gastos y problemas. Todavía no ha salido de su asombro y de la idea de no haber entendido ni disfrutado de la vida.



Pasó la vida haciendo planes de futuro. Y cuando ya no le quedaba futuro de vida terrenal, planificó lo que quería hacer en la vida eterna. Con dos alternativas: a) En el cielo.

- Y b) En el infierno.


Pasó la vida admirando la naturaleza en todas sus manifestaciones, desde la grandiosidad de los amplios horizontes a las pequeñas maravillas cotidianas, como el temblor de las gotas de rocío sobre las flores o la magia geométrica de las telas de araña entre las hojas de los arbustos. Salía al campo para sentir sobre su rostro y su cuerpo las caricias y los golpes del viento, de la lluvia, de la nieve. Y especialmente de la tormenta en todo su esplendor. Hasta que un rayo lo dejó fulminado. Y es que también hay admiraciones que matan.


Pasó la vida perdiendo cosas. Los amigos le decían: Perderás la cabeza y ni te darás cuenta. Un día llegó tarde al aeropuerto y perdió el avión. Pero aquel avión se estrelló y todos sus ocupantes perecieron, menos el que lo había perdido. De donde se deduce que salvo la vida, todas las demás pérdidas no son importantes.


Pasó la vida suspirando. Llegó a convertir el suspiro en un arte y hasta en una ética de la vida. Decía: -El suspiro es la queja silenciosa de los tímidos- Y también: -El bostezo es el suspiro del aburrimiento- Y también: -El suspiro es una oración que no se atreve a importunar a Dios.- Y también:- El eructo es el suspiro del estómago agradecido.- Y también: -No suspires con fuerza, porque somos aire y el alma se te puede escapar con el suspiro.- De hecho, cuando dio el último suspiro, recordó que la vida se pasa verdaderamente en un suspiro.


Pasó la vida haciendo fotos de cuanto se le ponía por delante: personas, objetos, paisajes. Fotos que luego clasificaba y guardaba en docenas y docenas de álbumes. Tan grande llegó a ser su simbiosis con la cámara que sólo a través de su objetivo era capaz de ver y entender el mundo exterior, a la vez que las fotos ocupaban el lugar de sus recuerdos. Y cuando un incendio devoró su colección de fotos, el hombre se quedó en blanco, sin memoria ni pasado, mortalmente enfermo de alzheimer tecnológico.


Pasó la vida estudiando inglés, como la mayor parte de los españoles de hoy. Y era tan buen alumno que al cabo de los años fue capaz de hablar y entenderse en inglés con otros estudiantes de inglés como él.


Pasó la vida a través de muchas puertas: las de las casas donde vivió, las de los armarios de sus ropas, las de los cajones de su escritorio, las de sus coches…Muchas de las puertas desaparecieron al devenir del tiempo, pero sus llaves se quedaron con él. Y nada hay más inquietante que tener una colección de llaves y no recordar qué puertas abren o abrieron alguna vez.


Pasó la vida comprando libros, con la intención de leerlos cuando se jubilase. Pero cuando se jubiló ya no tenía ganas ni interés en la lectura, ni vista siquiera para pasearla por las páginas vírgenes de sus libros.- Y esta es una historia tan absolutamente vulgar que he dudado mucho antes de incluirla aquí.


Pasó la vida soñando aventuras, viajes, éxitos. Y llegó un momento en que ya no sabía si estaba viviendo o soñando que vivía. Porque si la vida es sueño (Calderón de la Barca dixit), no cabe duda de que igualmente el sueño es vida.


Pasó la vida creyendo ser digno cuando sólo era testarudo, cortés siendo hipócrita y campechano cuando mostraba mala educación. Y murió creyendo sufrir un sofoco, cuando se trataba de un infarto. Fue un hombre equivocado toda la vida.


Pasó la vida sentado en un banco público de la plaza Mayor de su ciudad. Pues como él decía: -Yo soy un vagabundo inmóvil. Y en lugar de pasar por todo el mundo, era todo el mundo el que pasaba por delante de él.


Pasó muchos años de su vida coleccionando zapatos del pie derecho. Hasta que un día encontró a una señora que coleccionaba zapatos del pie izquierdo. Se casaron, casaron a todos sus zapatos y pusieron una zapatería de segunda mano. O sea de segundo pie.


Pasó la vida viajando por todo el mundo. Y cuando le preguntaban por lo mejor de cada viaje respondía: -Volver a casa y pasar un día durmiendo. Y es que no hay mejor cama que tu propia cama.


Pasó la vida cambiando de novia, saltando de un amor a otro, en un continuo trajín de estilos y costumbres. Y al llegar en solitario a sus últimos años decía: -Lo he tenido todo en esta vida, salvo lo más importante: el amor.


Colaboración: Miguel Garrido


Imagen de - edad de niebla -

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