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Amores platónicos



La expresión “amor platónico”, tan utilizada y tan extendida, parte del concepto que tenía el filósofo Platón en su obra el Banquete, en cuyo Diálogo evidencia que para él el amor es un sentimiento puro, el de la Venus de Urania –epíteto de la diosa griega Afrodita utilizada para manifestar la dimensión espiritual y el amor, en oposición a la Afrodita Pandemos quien manifiesta la dimensión terrenal y el placer sexual- desprovisto de pasiones.


A estos amores puros recurre el gran Cervantes en la obra El Quijote, en su capítulo veinticinco de la primera parte, donde el protagonista se enamora de Mari Tormes, la criada asturiana, amiga de hacer favores, fea, virola y maltrecha, sin embargo nuestro ingenioso Hidalgo la ve como a la dama del castillo y le dice a su escudero que su amor por “Dulcinea” es de esta clase: “…Dulcinea no sabe escribir ni leer, y en toda su vida ha visto letra mía, ni carta mía, porque mis amores y los suyos han sido siempre platónicos, sin extenderse a más que a un honesto mirar, y aún esto tan de cuando en cuando…, que en doce años que ha que la quiero…no la he visto cuatro veces…”


Además de Cervantes, pionero en recoger esta expresión, existe un tratado del “Amor Platónico” escrito por el capitán portugués Francisco de Aldama, militar y uno de los más importantes poetas del siglo XVI, libro que se extravió junto con otras obras del autor en la batalla de Alcazarquivir (Marruecos), donde murió luchando al lado del rey Sebastián. Tenemos noticias de este tratado por Diego Clemencín –escritor cervantista y político español del siglo XIX- quien los define así: “ Los amores platónicos que se han nombrado son los honestos, decentes, exentos de la parte grosera, conformes a la doctrina de Platón.”



Imagen de -edad de niebla -





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