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  • Foto del escritorEstrella Collado

Carnavales y mascaradas de invierno



Los Zamarrones. Valle de Polaciones. (Cantabria). Imagen- edad de niebla -


En todo el noroeste peninsular, zonas de Portugal, sur de Francia y centro Europa, las mascaradas siguen los mismos patrones que han quedado grabados desde la antigüedad en el imaginario popular y han sido transmitidas generación tras generación, adaptándose y llegando hasta nuestros días.


La intrahistoria de las mascaradas abre un mundo de mitos, ritos y leyendas que han llegado -a pesar de los grandes paréntesis a lo largo de la historia en los que por diferentes causas casi siempre represivas, por parte de la iglesia o de los poderes políticos, fueron prohibidos estos festejos - hasta la actualidad formando parte de ese arcaico acervo cultural tan característico no solo de las comunidades que conforman el Noroeste de la península Ibérica y sur del país galo, sino también de otros pueblos de la Europa central.


Algunos antropólogos parten de los pueblos prerromanos para explicar como sus gentes concebían el tiempo de forma circular donde cosechas, solsticios y equinoccios se repetían. Así en este concepto cíclico lo único fijo era la luna cada noche. Por tanto el solsticio de invierno es la batalla de la luz que vence a la oscuridad. Los días comienzan a ser más largos y las gentes celebran esa transición con los espíritus del pasado, que regresan, y van por las casas a pasar revista para comprobar si sus moradores son merecedores de la luz, y para lograr su visto bueno se les daba alguna gratificación u obsequio a cambio. De ahí los “aguinaldos” como ritos de paso, en una ceremonia que significa la ruptura con la antigua vida y el ingreso en la nueva, rememorando los propios cambios de los individuos y de la naturaleza en sus ciclos vitales: nacimiento, fecundidad y muerte de un profundo contenido espiritual.

Imagen cedida por Lucía Veiga a - edad de niebla -


Con la llegada del año nuevo estas costumbres ancestrales se repiten. Aguinaldos y mascaradas de invierno son rituales arcaicos con gran arraigo en las zonas de montaña y en las zonas ganaderas. Desde los Boteiros gallegos que escenifican la lucha entre el bien y el mal, en Asturias los Sidros de Valdesoto, que anuncian la proximidad de la comedia bailando con los vecinos a ritmo de los cencerros y van relatando lo que ha pasado a lo largo del año o el mítico "Guirria" de Ponga extraño personaje que al igual que los Zamarrones de Polaciones en Cantabria, que recorren los los pueblos de este valle realizando espectaculares saltos, ataviados con sus extrañas máscaras y sombreros, van persiguiendo a las mujeres solteras, acompañados de la Comparsa, ambos tienen un denominador común en cuanto a sus componentes de cortejos y rituales de fecundidad. Las mascaradas ibéricas de Zamora, los Antruejos de la región leonesa, La Vijanera en Silió, Cantabria, las mascaradas de Navarra, las de Bayona en Francia, Tras os Montes en Portugal, Masopust en República Checa, el Carnaval de Surva en Bulgaria, mascaradas de Meteni en Letonia, Busòjàràs en Hungría o Malanka en Ucrania, entre otras.


Todas ellas y aunque se haya volatizado buena parte de esa transcendencia espiritual, han conseguido mantener la esencia de una celebración ritual logrando un espectáculo único para ver y disfrutar con imágenes fascinantes. Podremos observar con sorpresa las grandes afinidades y semejanzas de sus elementos en lugares tan distantes como República Checa, Hungría o Polonia y la Península Ibérica que convierten estas celebraciones en raros ejemplos de supervivencia cultural con gran interés tanto antropológico como turístico.

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